Cuando nos despertamos esta
mañana con una leve claridad entrando por nuestras ventanas, hemos sentido una
sensación agridulce, nuestro último día de trekking, nuestro último día entre
estas mágicas montañas, por un lado un cierto toque de tristeza, por otro lado
la grata sensación de llevarnos los deberes hechos, pena por abandonar este
paisaje inigualable, ganas de tomarnos un descanso…pero aún queda un largo día
por delante. Debemos deshacer parte del camino andado, unir nuestros pasos al
cauce del Dudh Koshi y de un tirón plantarnos en Lukla para coger el vuelo de
mañana rumbo a Katmandú.
Alrededor de las siete y media de
la mañana, abandonamos el Lodge Ama Dablam y comenzamos a recorrer las calles
de Namche donde sorprendentemente todos los rincones ya han cobrado vida y
todos los puestos y tiendas están abiertos. Poco después de Namche hacemos la
turistada de turno adquiriendo un diploma del trekking en un puesto de control
de la policía. Probablemente por cancenlaciones de vuelos anteriores y
posteriores acumulaciones de los mismos, la cantidad de gente que hay hoy en el
camino es impresionante, nos cruzamos sin parar con grandes grupos de gente que
va en dirección contraria a la nuestra, trenes de yaks, porteadores cargados de
petates y como no, entre tanta gente no podía faltar el tonto del pueblo…por
unas tres o cuatro veces nos adelantan los hijos de los ricos del pueblo, que
aquí en lugar de Ferraris tienen caballos, y sin importarles nada ni nadie,
únicamente por diversión, pasan al galope entre la gente provocando situaciones
de auténtico riesgo, se paran luego a beber en algún pequeño Lodge y vuelta a
empezar, en una de las ocasiones una mano amiga que tiro de mi agarrándome por
la mochila me libró de un peligroso atropello…en fin que tontos los hay en
todos los sitios.
Entre subes y bajas, puentes
colgantes, gente y más gente y tontos a caballo, llegamos a Phakding donde sin
dudarlo ni un segundo nos dirigimos al Tibet Guest House del amigo Barrilete,
donde dimos buena cuenta de un plato de Dal Bhat. Desde aquí, y a un paso
bastante ligero en poco más de una hora nos encontrámos bajo el arco de entrada
a la curiosa aldea de Lukla, donde la emoción se hace patente entre nosotros,
última parada del trekking, prueba superada.
Misión cumplida |
La aldea no es más que una
alargada calle, a cuyos lados puedes encontrarte casi de todo, un starbucks con
wifi, un peculiar Hard Rock Café o un simpático Yakdonald´s, la cual termina en
el peculiar y temido Tenzing Hillary Airport con su pista descendente. Nos
alojamos en el Paradise Lodge, junto al aeropuerto, donde sirven un pollo a la
brasa espectacular y por la noche cervezas y concierto en el Altitude Attitude
Pub de Lukla…una experiencia única a 2.804 m y al día siguiente a volar…
Como masoquistas que somos, y
como hace todo el mundo, al día siguiente antes de volar fuimos a ver como
aterrizaban y despegaban los demás, da un poco de yuyu.
El Tenzing Hillary Airport. Antes
de entrar al pueblo te encuentras con un monumento conmemorativo a las víctimas
del accidente del 2.008, así sin más, sin darte tiempo a digerirlo. Recibe
avionetas o “avioncillos” de Katmandú, de los que vuelan y aterrizan a ojo, los
cuales tienen que sobrevolar los mismos pasos de montaña que nosotros
realizamos viendo desde Jiri como el Lamjura Pass. El tiempo en esta región
montañosa es bastante caprichoso y suele amanecer despejado e ir cubriéndose
poco a poco. Basta con que Lukla o uno de los pasos esté cubierto por la niebla
para que se cancelen los vuelos, una de las mayores preocupaciones de todos los
que visitamos la zona, bien expedicionarios o bien trekkers, ya que la gente
puede pasarse días tirado en el aeropuerto. Una vez cancelado tu vuelo no
tienes prioridad para el siguiente, si no que van rellenando los huecos
disponibles en los vuelos siguientes, lo cual forma un caos impresionante. La
pista está colgada sobre el profundo abismo de nuestro amado río Dudh Koshi y
termina en una pared de piedra, con un desnivel negativo o positivo, según se
despegue o aterrice, de unos 50
m , lo cual ofrece a los aparatos una apuesta a todo o
nada.
Colas, descontrol, pesaje de
equipajes en básculas rudimentarias que cada una arroja un valor distinto,
hacen que me quite un silbato que llevo colgado en la mochila, nos bajan a la
pista, nerviosos esperamos el aterrizaje de nuestro “avión”, el cual aparece
dando tumbos a los poco minutos, abren las puertas y comienzan a descargar
sacos de arroz, ahora el ganado, que somos nosotros, una sola fila de asientos
a cada lado, el suelo cubierto de arroz, una cortina separa mi asiento del
puesto del piloto, ruido ensordecedor de motores, entramos en la
pista…comenzamos a correr, el abismo se acerca más y más…el morro del avión se
levanta y volamos rumbo a Katmandu, un último vistazo a las cumbres nevadas, a
los profundos valles, un nudo en la garganta…hasta pronto Khumbu, volveremos.
Hoy cambiamos las fotos por los vídeos,
Primero un pequeño homenaje a los habitantes de Namche y Lukla realizado a partir del material recogido ese día...
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